POR DANIEL BUTRUILLE
Parece que más allá de reformas cuestionadas a diestra y siniestra, el principal mérito de Enrique Peña Nieto habrá sido de evidenciar la corrupción (descarada) de los gobernantes cómo el principal problema del país. Desde la gubernatura del Estado de México, pasando por el Pacto por México y el tren rápido a Querétaro, destacando la casa blanca y su vergonzoso Virgilio Andrade, sin olvidar el, tan brillante cómo inútil, Sistema Nacional Anticorrupción, que no ha servido para tres cacahuates, Enrique Peña Nieto ha servido de catalizador para poner la política anticorrupción en el centro del debate presidencial de la campaña 2018. ¿Bueno o malo? Bueno, si se trata de sacar de raíz un vicio inaceptable. Malo, si consideramos que en pleno siglo XXI, en lugar de hablar de energías renovables y de digitalización, seguimos hablando de los mismo problemas que aquejaron la Colonia durante tres siglos y los esbozos de construcción nacional durante doscientos años. A su vez, el tema principal de la campaña, ha permitido entender la postura de los candidatos frente a este cáncer que ya destruyó el país, pero que todavía se puede intentar erradicar. Ni hablar de las propuestas del candidato patito (y broncudo) y de sus manos mochadas. Por más que la atine en el renglón de la necesidad de castigar, está errando porque ya no estamos en el siglo XII ni en régimen de la Sharia islámica. Reprobado por bronco. ¿Qué decir del candidato que asegura combate a la corrupción pero que la ha solapada durante 18 años desde el ejercicio del poder, cerrando los ojos sobre las barbaridades de prominentes gobernadores y líderes de partidos políticos? Reprobado por hipócrita. Nos encontramos frente a un candidato que promete erradicar la corrupción con el simple ejemplo. ¿Alguien le creerá que se puede erradicar la corrupción sin combatir a los corruptos? (¿Se puede erradicar el crimen sin eliminar a los criminales?). La república amorosa no convenció hace seis años. Reprobado por falsamente ingenuo. Solamente queda el único acusado abiertamente de corrupción, sin que hasta la fecha las acusaciones se hayan demostrado, y que se atreve a predicar un combate abierto a la corrupción y a los corruptos, (hasta las últimas consecuencias). ¿Logrará librar las acusaciones? ¿Logrará convencer que realmente quiere castigar a los corruptos? ¡Qué tristeza que sigamos disertando sobre la erradicación de la corrupción, cuando México debería definir su futuro discutiendo de democracia participativa, de gobierno abierto, de energías renovables, de justicia social, de repartición de la riqueza, de sistema de salud universal para todos, de oportunidad global de educación para el futuro, y de otros tantos temas que ocupan las naciones modernas. ¿Cuánto tiempo antes de que México se transforme en una nación moderna? butruilled@hotmail.com