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EL PARAÍSO DE LOS JUBILADOS

EL PARAÍSO DE LOS JUBILADOS

ROBERTO GUILLEN

El mundillo de los casinos también reviste de un extraviado encanto literaturizable. Y como todo en la vida, se requiere un Virgilio para introducirse en los laberínticos escenarios de lo bizarro novelable. Que la mestra «T» me ha invitado al Casino «K». ¡Nooombre! cuando conozcas el buffet del Casino «K» ya no vas a querer salir de allí. Te sirven un salmón exqusito, de esos que traen desde Alaska, y que solamente he probado en San Antonio…¡Y todo por cien pesos!
Al llegar al restaurant, ubicado en un segundo piso, lo primero que me sorprendió fue la fila de ansiosos comensales por sentarse a lograr el ofertón de agasajar el paladar por la baratura de módicos cien pesos…Ja. El 90% tenían el aspecto de anodinos jubilados caza-ofertas, que gustosos enguillían platillo tras platillo tras platillo tras…provocando la envidia pelona de la desesperada fila, entre quienes se alcanzó a escuchar la acrimonia de un «A que horas van a terminar de tragar esos viejitos tragones». «Se me hace que ya nos chingamos, la fila está bien larga».

«No puede ser Guillén, es la primera vez que hago fila,que pinche mala suerte tienes, porque siempre está Efraín mi amigo, y cuando él ya tiene mesa, pues no necesitamos hacer fila, pero el pinche Efraín hoy no vino. No puede ser…pero no te preocupes, ahorita pasamos a comer y vas a ver que el buffet no tiene madre…y por pinches cien pesos».

Ya una vez que le tocó el turno a la maestra «T», extrajo su INE, para demostrar su condición de sexagenaria, porque el ofertón solo es para quienes acrediten que ya son sesentones.

Al fin llegó el ansiado momento cuando nos asignaron mesa y pasamos al banquete, que la neta, la mera neta, es una chulada culinaria… para cazar ludópatas,Ja.
Todo muy rico, abundante e higiénico. Y las meseritas pizpiretas y peripuestas para atender tus antojos en el Casino «K». Todos devorando sin piedad todo tipo de platillos. Era un carnaval donde la etiqueta la corrieron a patadas. Jubilados y jubiladas con cara de «ahora es cuando» y por cien bolas me voy a tragar todo lo que le pueda meter al estómago. De pronto me invadió la nausea sartreana con toda la compulsiva tragadera de quienes tenían el aspecto de ser viejos vecinos del Contry que vienen al casino porque no saben que chingaos hacer con su dinero. Pero también debo decirles que por un momento llegué a sentirme como Hans Castorp, el personaje de Thommas Mann en La Montaña Mágica, que describe un sitio-sanatorio donde acuden los enfermos en busca de un resort paradisíaco para curar sus dolencias y restablecer su salud . Recuerdo que ese bello momento de aterrizaje en que la meserita coloca mi platillo de salmón…ahhhhh—-momentico interrumpido por la llegada de Efraín, el amigo de la maestra»T».
«Que onda, maestra, hoy no puede venir temprano…una disculpa. Pero gracias por hacerme la balona para no hacer fila, porque sino estos desgraciados se acaban todo el buffet,»
En seguida el viejo Efráin, con el aspecto de un sempiterno desmatrimoniado, se lanzó sobre la barra de suculentas ensaladas para surtir sus platillos. Obviamente también pidió sus cortes y la delicia del salmón. Que ya es cliente de la casa y se lleva de piquete de ombligo con todas las meseritas, a tal grado que a todas las conoce por su nombre.Era una delicia ver a ese desengañado viejo bonachón despeinado engullir con feliz parsimonia cada pedacito de carne que cogía con el tenedor para llevárselo a la boca. Socarronamente paseaba su mirada por toda la voracidad de los ludópatas, como diciendo, mira Guillén, contempla a la burla mundial.

«Oiga don Efráin, y usted no juega?
«No yo no», responde de una manera lacónica, como ahorrándose las palabras y la misma saliva.
» La mayoría de los que ves aquí, sí vienen a jugar, me comenta mientras en un vasito de cartón, donde le han servido café, lo va llenando con una ensalada de atún para llevárselo a Panchito, el gatito que mitiga su soledad en la colonia Florida.

«Yo vengo de lunes a jueves, porque el fin de semana el buffet aumenta de precio. A las cuatro de la tarde cierran la cocina. Después sale una meserita y coloca una mesa con un chingo de totopos y unas salsas bien sabrosas, me imagino que para que la gente agarre valor y sigan jugando y perdiendo su dinero en las pinches maquinitas.

Roberto Guillen

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