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LA LITURGIA DEL ADIOS…

LA LITURGIA DEL ADIOS…

ROBERTO GUILLEN

El teatro de Erick Villanueva responde a mis interrogantes de por qué en la actualidad la juventud no solamente acude religiosamente «a terapia», sino que hasta se regodea , y lo confiesa para que todos los que estamos en el café nos enteremos que viene de contarle sus traumas al psicólogo. Y es que eso de sanar las fisuras del alma no se resuelve de la noche a la mañana, ni con la más vanguardista corriente psicoanalítica. Claro que tampoco nos interesa inducir que la cura reside en la purificante eclosión del acto dramático. No obstante, lo que presenciamos en el submarino vintage de la Librería Punto y Coma fueron historias de la vida real, que padecieron las mismas actrices, y que narran desde ese instante luminoso en que aparece la Chispa del Amor en la vida de Vero Cárdenas. Con qué gesto sardónico revienta su burbuja de romanticismo, cuando compartía el mismo cigarro con el ser amado…pero cuando permutan el amor por el deber y el placer por el aburrimiento, de pronto se ve toscamente paloteando las tortillas de harina. El goce de ver a Vero Cárdenas personificando a la misma Ironía nos traslada con la cruda verdad de Balzac: Me averguenza confesarlo, pero no concibo el amor en la miseria.

La escena la completa Cristina Garza, quien la asiste con un juguetón lenguaje de brazos, gestos y sonidos guturales, dado que la decepcionada y tránsfuga del marriage, luce encorsetada en su negruzca camisa de fuerza (hay quienes dicen que el divorcio equivale a que te hayan mutilado alguna de tus extremidades).

Entonces la pregunta surge, brota, emerge: Cómo decir Adiós a aquello a lo que tantos besos le diste. Aquello que amaste con locura. Aquello que hizo vibrar tu alma, como nadie mas en el mundo.

Si el ejercicio dancístico de Cristina Garza traza en el escenario una suerte de jeroglíficos sagrados, el canto de María La Castro nos traslada con la máxima de Cervantes: El que canta, sus males espanta.

Cómo decir Adiós reviste la atmósfera de una mágica liturgia para exorcizar los demonios del dolor. Con la magia de un Abrazo comunitario inicia el montaje, y con la magia de un abrazo comunitario concluye. Ellas levantan su veladora, como quien se erige de las cenizas. Ellas levantan su veladora para dejar en libertad lo que no pudo ser: la distancia del cariño familiar, el amor que se pudrió y el hijo que no pudo ser. Es entonces que desde el corazón, ahora convertido en un cristalino cenote, surge la voz de una paloma blanca: Adios…

Roberto Guillen

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