POR EL ESPIRITU DE PROMETEO
¡Olvidamos hombre
a ser hombres e indios!
¡Olvidamos que olvidamos
y se va desgranando la tarde,
desangrando
un líquido recuerdo,
eclipsado de indiferencia,
gota a gota,
luna tras luna,
hasta quedarnos
marchitos
lánguidos
amarillos
como
pergaminos.
Olvidamos
la memoria evanescente de nuestros ancestros,
de aquellos que rasgaron
su costado
su costilla
su costumbre
y nos dejaron su costra.
Olvidamos
que somos carne que palpita
y perece,
que retorna a la tierra
como polvo;
sangre que se vuelve
arroyo, ríos
y se pierden entre mares
y arena.
Olvidamos hombres
que sólo se reza
y venera
a la virgen tierra
para germinar bendito fruto,
y al santificado padre cielo
para contemplar sus ojos
y hacer que llueva.
Olvidamos hombres
a ser varones,
a ser mujeres,
por ambigüedades;
a ser niños
y jugar entre palos y piedras
por entretenimientos virtuales
a ser ancianos fuertes, briosos y alegres
por dolores y pena.
Olvidamos hombres
la grandeza de lo simple
la pequeñez de la grandeza;
la auténtica música de la naturaleza:
el susurro de los grillos,
el canto de las lechuzas,
y el aullido de los lobos;
el choque de las aguas contra piedras de cantera
y el viento que riñe, ruge, entre malezas
árboles y cortezas
y lo transformamos en cacofonías mortales
de industrias, de balas y campanas de iglesias.
Olvidamos hombres
el supremo arte del paisaje
y sus colores de divina paleta
por una gama de acerada tristeza
de muerte negra.
Olvidamos y matamos
a los indios de América
por todo
por nada
por oro, plata y bajeza.
Olvidamos hombres
que somos hombres
sólo hombres
jugando a ser a dioses
y que nos comportamos
peor que bestias.
En conclusión
se nos olvidó
que un Dios existe
y que nos olvidó,
o que existe y sólo observó
o que quizás no existe.
y no hay porque llamarlo Dios.
¡Olvidamos hombre
a ser hombres e indios!