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MEXICO NOS PERTENECE A TODOS Y NO SOLO A UNA ELITE PRIVILEGIADA

MEXICO NOS PERTENECE A TODOS Y NO SOLO A UNA ELITE PRIVILEGIADA

POR CRISTINA SADA SALINAS

Hace muchos años, en una ciudad sin contaminación, con menos conciencia de mi entorno, ante otras realidades y bajo el abrigo de mis padres como columnas vertebrales que me sostenían, con mis propias alas pero bajo la influencia de sus enseñanzas y ejemplo, comenzaba a intentar lanzar mi propio vuelo.

El Casino de Monterrey presentaba ante la sociedad a las hijas de sus socios en un baile de debutantes. Teníamos apenas 16 años.

Supongo que la idea era que eventualmente encontráramos pareja entre los jóvenes caballeros, pero esa parte nunca la aprendí. Reprobé esa materia.

Más que la reducida sociedad privilegiada, el mundo entero me parecía digno de explorarse y así lo continúo haciendo.

Aprender de mis maestros universitarios, tanto locales como extranjeros, aprender de los libros de literatura, filosofía, psicología. Visitar museos y explorar diferentes ciudades, culturas, países, costumbres. Divertirme, claro, con mis amistades. Probar varios deportes y gozar a la naturaleza. Enamorarme y también decepcionarme. Explorar la espiritualidad no sólo dentro de la iglesia católica, sino donde mis inquietudes y sed de trascendencia me llevan.

Ha sido un largo y sinuoso camino, y espero haber dado más de lo que he tomado en esta vida.
México nos pertenece a todos, no sólo a una élite privilegiada. Sus montañas, sus bosques, sus litorales, sus riquezas minerales, sus abundantes materias primas, y el hermoso corazón de la mayoría de sus habitantes.

Abramos los ojos al sufrimiento ajeno, no acumulemos tesoros que dejaremos como carga a nuestros hijos, para luego pelearse por ellos.

El amor es hoy, o no lo es.

El amor es incondicional y se entrega a la familia, a los amigos e incluso a los desconocidos.

El capitalismo requiere el libre flujo de capitales para acumular un máximo de ganancias, pero la humanidad requiere de compasión, respeto, solidaridad, generosidad, justicia y contacto con la realidad de los otros, para lograr sobrevivir.

Necesitamos investigar y conocer cómo en realidad se mueven los hilos geopolíticos de nuestro país y del mundo, y qué intereses hay detrás de todo lo que los medios masivos de información nos venden.

Los resortes para la supervivencia de la humanidad los moverán no los grandes capitales de las transnacionales, sino aquellos seres con la mayor capacidad de compasión y solidaridad.

Requerimos educar mentes brillantes, sí, pero compasivas. Requerimos que los jóvenes comprendan que no podrán tener paz si no ven por su prójimo.

Monterrey, mi ciudad, hoy es mucho más fea. Carente de parques, con crecimiento desmedido, es la más contaminada del continente americano, con tráfico excesivo, y mi estado, Nuevo León, está saqueado por políticos corruptos que se mantienen, a pesar de ser expuestos y repudiados, impunes.

Los inconscientes no nos roban las pobres montañas porque pesan mucho, pero sí las carcomen para extraer sus minerales, exponiéndolas públicamente y ante la vista de propios y ajenos heridas, maltratadas y violadas.

Si el amor, la solidaridad y el respeto fluyeran como el dinero en las transferencias de los bancos, podríamos vivir en santa paz y alegría.

Este domingo quiero dedicar por primera vez un texto a algunos amigos y amigas que han enriquecido mi vida con su ejemplo y amor por su prójimo, así como a algunas figuras públicas que si bien no conozco personalmente, son una gran inspiración en mi vida.

A la hermana Consuelo Morales, a Lety Hidalgo, a Nacho Zapata, a Alma Rosa Aguirre, a Liliana Flores Benavides, a Lydia Cacho, a Carmen Aristegui, a Jenaro Villamil, a Bernardo Barranco, a Alberto Athié, a José Barba, a José Mujica, a Ghandi de India y a Ghandi adoptado regio, Oscar Valencia y a Mayra Ortiz Salinas por su resistencia que tanto ha impactado mi vida.

A Chomsky, a Ken Wilber, a Gibrán Jalil Gibrán, a Cervantes del Quijote, a Fiódor Dostoyevski de Crimen y castigo, a Sor Juana Inés de la Cruz, y porqué no, a Shakespeare de Romeo y Julieta y del Mercader de Venecia.

A mi madre Irma Salinas Rocha, y por supuesto a mi máxima maestra, mi hija Joanna, quien me acompañó durante un maravilloso tramo de 24 años de vida.

A mis maestros zen, Ruben Hábito y Bodhi Kolhede, a la maestra Ingeberg Eigen Von Woberser, así como al p. Robert Kennedy y también a mi primer y único maestro de budismo tibetano, Tony Karam.

También quiero reconocer y agradecer el ejemplo de mis amigos sacerdotes que tanto me han enseñado. Juan Manuel Guerrero, Padre “Chema”, el padre Luis Eduardo Villarreal, el padre Manuel Arias, y el padre Elías López, quien algunos domingos me comparte sus homilías para ser publicadas aquí.

Y por último, les mando un abrazo solidario a todas las víctimas de abuso sexual, especialmente a mis hoy amigos, con quienes seguiré luchando por que esos terribles crímenes no queden impunes.

Roberto Guillen

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