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AL RESCATE DE UN ARBOL HERIDO…

AL RESCATE DE UN ARBOL HERIDO…

ROBERTO GUILLEN
Esa tardecina placenteramente caminaba por el puente del Papa, cuando de pronto mi celular empezó a repiquetear. Era el licenciado Mariano Núñez, que un automotor había tumbado un árbol en el Barrio Antiguo, y era preciso hacer la pertinente denuncia, lo cual me pareció formidable, dado que sería una historia más para ser incluida en su libro : Guerreros de la Madre Tierra. Le dije que aterrizaba en media hora, dado que me conducía al mercadito San Luis, ubicado en la Colonia Independencia, donde tengo a mi estilista de cabecera, que tiene un toque especial para atenderte, a tal grado que extrañas su involuntaria e inmarcesible ternura con que te recibe. Su voz misma es una caricia más allá de ella misma y de lo que pueda costar el corte de pelo: es un encuentro con lo que no te ofrecen los pretenciosos mercaderes de todo grupúsculo religioso.Pero ¡oh! Tristeza la mía, la pandemia todavía no lo permite. Mis pupilas se estrellaron un con una oxidada puerta negra y al instante me enfilé rumbo al Barrio Antiguo. Con mi cubrebocas, estampado con el rostro del enmascarado de plata, me conducía por la céntrica Morelos, cuando una danzarina de folklórico me hechizó con su figura grácil dándole brillo a nuestro folklor. Ella danzaba frente al restaurant La Casa de los Abuelos, donde te chupas los dedos con unas quesadillas de volver a regresar y a chuparte los dedos. Las de huitlacoche y de champiñones no tienen madrinola..uuuuufffff…, y ahora me brindaban el baile folklórico de Fernanda Arjona…aaahhhhhh, que belleza, que belleza, que belleza,decía ´para mis adentros, cuando al virar mi rostro, vi al licenciado Mariano Núñez que ya me estaba esperando, al tiempo que señalaba el árbol herido por un burro de lamina que atentó contra lo que el ganadero Gerardo Jiménez Cantú expresa y justiprecia en su obra Etopeya de un Ganadero: En realidad, a los árboles debemos cuidarlos como si se tratase de plantas exóticas de un jardín botánico. Y sí, hasta parecía que había caído un rayo sobre el pobre arbolito que fue desgajado en dos y su follaje quedó regado por el suelo, entorpeciendo la circulación de la calle Morelos. Como buen vigía, del Barrio Antiguo y de los hijos de la naturaleza, el temperamento del licencia Mariano Núñez no vacila en hacer la pertinente denuncia y conminar a las autoridades para que ya no dejen transitar a esos armatostes, como ya ocurre en otras urbes del mundo. El mismo Félix Estrello, un solitario activista que con matraca en mano, solía pararse justo frente a las oficinas de la cervecería Cuauhtémoc para exigir que ya no dejen circular a estas moles rodantes, pero no, todavía no les cae el 20 de que ya estamos invadidos por un hormiguero de automóviles, como para permitir que esos camionsotes continúen circulando por el centro de la ciudad. Afortunadamente en menos de una hora las autoridades hicieron acto de presencia y atendieron al llamado del licenciado Mariano Núñez, que una vez más, sin afectar de protagonismos mediáticos, demuestra el por qué el Huerto de los Leones se ha convertido en la vanguardia del movimiento ambientalista en Monterrey.

Roberto Guillen

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