POR DANIEL BUTRUILLE
Asombra primero y preocupa luego la seguridad con la cual AMLO asegura que para el 1º de diciembre el país contará con un Fiscal General y luego con los Fiscales especializados. Si bien Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex, le aseguró de un apoyo empresarial para presentar una terna a gusto y obtener el apoyo de un Senado a modo, en detrimento de la verdadera sociedad civil, parece que se adelantan vísperas. Según el procedimiento en vigor, el Presidente propone una terna al Senado, el cual elige un Fiscal con mayoría calificada. Pero hasta el 1º de diciembre, el Presidente será Enrique Peña Nieto. ¿Ya se habrán puesto de acuerdo, AMLO y EPN, sobre la terna para presentar a los senadores? ¿Ya estará tan sometido Enrique Peña Nieto como para presentar al Senado la terna que le proponga AMLO? Todo pinta para que AMLO llegue al poder con una presidencia de derecho divino, como cualquier rey medieval, que por herencia de Clovis I (Clodoveo en español) tenía su poder de los oleos sagrados recibidos en la catedral de Reims, de manos del obispo Remigio en el siglo V. Sería bueno que AMLO recordara que el derecho divino se perdió en el siglo XVIII, por obra y gracia de la Revolución Francesa, a pesar de algunos sobresaltos todavía en el siglo XIX y de algunos remanentes dignos de museos históricos en el siglo XXI. Los recuerdos históricos pueden parecer superfluos, hasta pretensiosos. La historia sirve para aprender, no para forjar modelos futuros. Sin embargo, el recordar el derecho divino sirve para no olvidar que los reyes de “derecho divino” eran “La Justicia”. Sabían o no sabían, pero decretaban quienes eran culpables y quienes inocentes. Ojalá AMLO no pretenda definir quiénes son los culpables y quienes deben ser considerados inocentes. Quien pretende acabar con la corrupción no puede perpetuar la principal causa de la corrupción que es la impunidad y el menosprecio de una justicia pisoteada sin piedad desde la Conquista de México por Hernán Cortés y sus tropas. Al dominar la procuración de Justicia, los presidentes mexicanos pretenden perpetuar el derecho divino de decidir quién es culpable y quien debe ser considerado inocente. Mientras siga esta pretensión y esta ilusión, la democracia también será una ilusión en México. Con AMLO o sin AMLO. El camino al siglo XXI exige superar esta tentación de poder divino. Perdonar sin castigar nunca será una solución aceptable para educar y corregir la sociedad. Ahora sí que AMLO lo debería entender, porque el pueblo que tanto invoca, lo exige. butruilled@hotmail.com