ROBERTO GUILLEN
@iconoclasttablue
Así se tituló el programa que pensamos para el buen Jesús Guerra Ocampo, propietario de la Librería Punto y Coma. Pero la inesperada contingencia nos imposibilitó presentarlo en La Ventana de Caín, que semanalmente se transmite a través de Teleronda. Sería como una formidable manera de cerrar el año con broche de oro, dado que significaba el último día laboral del 2022, ya que el grupo periodístico emprendía el traslado de sus equipos y demás mobiliario. Y claro, nos invadió una pertinaz incompletud-infelicidad producto de una falta de profesionaismo. Sobre todo cuando barruntamos el lujo de programa, por el lujo de invitado que vamos a tener. Pero no pudo ser. Son gajes del oficio, dije para mis adentros, en un ejercicio de inteligencia emocional, para no desembocar en la rabieta estéril. Y entonces, para no consumirse en el hoyo de la contingencia, lo que uno hace es tratar de distraerse, tomar aire fresco, caminar, tomar una cerveza, conversar con gente interesante y agradable, etc.,etc.,etc. Hasta que desde el Más Allá surge la vocecilla luminosa: Y por qué no le escribes un artículo? Jesús Guerra realiza una gran labor de promotoría cultural. Podrías escribir acerca de aquella noche mexicana en que su papá te invitó a su casa en Calzada Del Valle. Recuerda que quedaste en escribir una crónica de aquella noche inolvidable…
Cliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiinnnngg!!!!, nítidamente en mis tímpanos sonó como un oportuno campanillazo para resolver la oquedad existencial del momento -con eso de que el trabajo creativo produce felicidad, Gabriel Zaid dixit. Ciertamente aquella Noche Mexicana del 15 de septiembre fue Inolvidable. La Suave Patria entre Jesús Guerra, padre y Jesús Guerra, Hijo. La Suave Patria en la voz del poeta Delfos Moyano, mientras una espiritual brizna de septiembre, nos cubría como un rocío festivamente revolucionario. En la Mesa me acompañaba el dueño de ArtShop, César Martínez, y el crítico de cine, Andrés Vela. También nos acompañaban unas deliciosas bohemias y unas exquisitas botanas que el anfitrión dispuso, con ese gesto delicatessen que suelen llamar “para abrir boca”. La Noche de Independencia fue una noche de Exquisiteces. El buen tono y el punto fino se dieron cita en la residencia de los Guerra. Había delicia de sazón, había personajes, había conversación, había vino tinto, había arte. De pronto me sentí como en uno de esos salones parisinos en los que Swan, el personaje de Marcel Proust, solía flotar más allá del deber y de la costumbre.
El clímax de la noche llegó con Luis Madaria, quien recién desempacado de la “Madre Patria”, llegó muy bien acompañado con una actriz madrileña. Apenas tocamos el tema del cine y mi brother Andrés Vela desplegó la delicia de un cinéfilo que sabe sazonar una conversación de noche interminable. A un lado, como atisbando el novelesco ping-pong que se traían un periodista iconoclasta y un critico de cine, nos acompañaba Jesús Guerra Ocampo,toda una promesa de la promotoría cultural en Monterrey. Fue una noche mexicana en la que salimos con el buqué cultural de un, Los Guerra son Punto y A Parte.