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CONVERSACIONES EN EL KOALA

CONVERSACIONES EN EL KOALA

POR MIGUEL JASSO

Abogado y Escritor

Recorrer esta ciudad, sus calles, sus construcciones. Pero sobre todo su gente. Ahora en estos tiempos con tanta comunicación informática y electrónica, somos incapaces de hablar en persona con nuestros seres queridos aunque ellos están a un metro de distancia, cruzando la calle, o dos calles o bastaría hacer una llamada para dar los buenos días, están bien de salud, solo por citar algún ejemplo. Ahora todo se vuelve en mensajes que vuelan, emociones que se plasman, aunque la persona sufra alguna tristeza, o esté pasando por momentos difíciles en su vida. Pero ella o él pone una cara de alegría, o suben la fotografía instantánea de algún platillo y que a los tres minutos ya es historia, porque la persona ya se tomó otras tantas selfies. Estar aquí en el café Koala, me permite conversar con la gente que transita por este céntrico espacio. Ver un poco la ciudad en su gente. Al fin de cuentas somos peatones en cualquier ciudad del mundo. Muy cerca de aquí. Vive un buen hombre en la esquina de Ocampo y Escobedo, mejor conocida como la zona rosa. Es un hombre de aproximadamente 65 años, muy educado, y es todo un caballero, siempre presto a la charla, sentado en el suelo o a veces en un pedazo de cartón, o de periódicos. Pero siempre el buen Nene con una sonrisa, de buenas tardes o de buenas noches. Siempre hay gente caritativa que le da un pan, un café, un lonche, o unas monedas. El no pide, el saluda siempre, y si bien le dan, él no anda pidiendo caridad. He conversado con él sobre la ciudad. Me dice cómo era todo antes, cuando la gente no andaba en el metro, no andaba tan de prisa como ahora. Me platica que recuerda mucho su infancia porque se levantaba muy temprano para ir por el pan, porque su señor padre lo mandaba a la panadería de Don Arturo. Me dice que le gustan mucho también los tamales y recuerda que cuando cumplía años le hacían tamales. Dice que trabajó desde muy pequeño vendiendo periódicos. Y ya después trabajó en una tienda de abarrotes cerca de su casa. Trabajó también en una fábrica. Y pasó el tiempo y sus padres murieron. Y me dice, mis hermanos hicieron sus vidas. Yo también hice mi vida, pero ya después pasó, pasaron muchas cosas. Se pone triste, y agrega, ah pero también trabajé en el municipio de Monterrey, pero un día ya no fui más a trabajar, y dice, y aquí estoy. No me meto con nadie, a nadie daño. Es una persona que está presta para conversar sin importar que el tema sea la política. Cierto día me dijo mientras nos tomábamos un café. Oiga y el Carlos, qué pasaría con él. Estaba allá lejos en Irlanda. Hizo tanto daño al país, y no se robó el mundo nomas porque no pudo. El Nene es una persona extraordinaria, que también canta muy bien. Improvisa canciones, pues un día de pronto me sorprendió con una magnífica interpretación de una canción que cantaba en su juventud a una novia que tuvo. Dice que en aquel tiempo cantaba mucho y tocaba la guitarra. Porque un familiar de Michoacán le trajo una guitarra de regalo en navidad. El Nene no tiene casa, porque no la necesita, es el amigo de la ciudad.

 

Roberto Guillen

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