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EL SEÑOR DE LOS LIBROS…

EL SEÑOR DE LOS LIBROS…

POR ROBERTO GUILLEN

Que gusto me dio, queridos lectores, el ver a don Alfonso Castillo brillando de alegría el otro día en la Casa Universitaria del Libro, donde las autoridades universitarias, encabezadas por el Dr. José Garza y el escritor Antonio Ramos Revillas, le prodigaron un merecido homenaje a un librero que hizo historia en la entidad. Claro, tampoco me interesa equipararlo con los grandes libreros del D.F o los mismos europeos, pero aun así, el señor Castillo merece el reconocimiento social.

En lo particular le guardo  gratitud, y una combinación de respeto y cariño, ya que siempre nos ha brindado su deferencia mediante su yucateco trato cordial que suele prodigar a sus semejantes:

“¡Mi Saaangre…como has estado mi sangre!”, expresa con alegría el librero, mientras nos brinda una tierna palmadita.

Más allá de los millones de libros que editó y vendió en su haber, y de las figuras que giraban en torno al fascinante mundo de un editor exitoso, tan sólo quiero contarles la bella anécdota que me une y hermana a este fraternal personaje que suele vestir como un dandy caminando por las calles de París:

Pues resulta que hace como unos 15 años que me inventé un personaje denominado El Señor de los Libros, con el que tuvimos la oportunidad de presentarnos en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y otros estados de la república. Claro, también lleve una vida trashumante, por no decir que callejera.

La misión del Señor de los Libros consistía en regalar un libro todos los días, además de tomarse  una foto con la persona agraciada, como testimonio del acto de generosidad cultural . Con el correr de los días llegamos a presumir una montaña de fotografías que el maestro Oscar Botello, cuando fungía como Director de Cultura, en el trienio de Ricardo Canavati,  tuvo a bien organizarnos una expo en la otrora Casa Guimbarda, donde miércoles tras miércoles gozábamos de los grupos de jazz. Pues llegó un día en que me quedé sin libros y no sabía qué hacer para conseguirlos. Y en una cafetera tarde en el Sanborns que se me prende la tatema al ver al señor Castillo cafeteando con sus amigos. Al instante fui a su mesa y le conté que yo era El Señor de los Libros y que la misión consistía en regalar un libro todos los días y tomar una foto.

 

¿Traes con qué apuntar?

Al instante. extraje de mi bolsillo una pluma para apuntar una dirección.

En esta colonia tengo una bodega, le voy a regalar 100 libros, nomás dígale que va de mi parte y llévese algo en qué traérselos …

Gracias señor Castillo, Gracias…

Roberto Guillen

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