ROBERTO GUILLEN
Queridos lectores, me parece un tanto cuanto relevante comentar a cerca del festín que año con año nos brinda don Alberto Anaya a los periodistas en el Crown Plaza. Primero que nada, me gustó que no fueran tantos colados – se pierde la mística del ser periodista, don Alberto- , con eso de que el «invitado» solía llegar con toda la parentela y otros impertinentes desconocidos. De hecho hace tiempo que ya no acudo a ese tipo de comilonas. En este caso agradezco las atenciones de Alfonso Ruiz ( lo mejor que tiene el PT don Alberto), que de buen talante siempre me ha extendido una cordial y generosa invitación para ir a degustar esos manjares que ofrece el bufetazo del Crown Plaza. De tal manera que, como bien dice el refrán: Nobleza, obliga.
Aun recuerdo el gestus de don Alberto, hace seis años, cuando el mediocre de Peña Nieto se robó la Presidencia de la República. Sí, hace un sexenio, en el mismo lugar y con la misma gente, tal como solía cantar Juan Gabriel:
Nosotros creemos que ya era necesario que López Obrador llegara al Poder, para que se calmara todo esto…miren nada más el enorme problema de inseguridad que estamos padeciendo en todo el país…
Pero el tiempo ha soplado, el pueblo ha despertado y 30 millones de votos han cambiado la historia de don Alberto, una vez más en el banquete del Crown Plaza. Porque los festines decembrinos de don Alberto ya me sabían a Derrota, a una inevitable derrota perentoria. Pero No. Sobrevivieron a la persecución de los dogos de la PGR.
Y una vez más ahí estaba don Alberto, emitiendo su discurso de fin de año, ausente de todo hinchado triunfalismo versus los villamelones de la gallera futbolera. Mas bien, caracterizado por una parsimonia y una sapiencia de un liderazgo que le espera una gran tarea para construir eso que le llaman la Cuarta Transformación…
En el lobby del Crown plaza el destino de un iconoclasta se cruza con don Alberto, que arrastra su maletica, seguramente una evidencia de que viene bajando del avión. De la manera más campechana el periodista iconoclasta lo aborda:
Que tal, don Alberto, todavía le quedan pilas para seguir en la Lucha?
Todavía me quedan pilas para seguir en la Lucha
