POR MAHADMA SOLIS
Odio III. M. Solís (2018).
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Odio que no pueda caminar sin extender inconscientemente la mano pidiendo un cigarro a mi vecino, que por la madrugada aún borracho me dice que no fuma ya que es un vicio muy feo y, al instante se voltea a vomitar.
Odio pensar que al llegar a casa estarías tu otra vez, odio decepcionarme cada vez que llego al hogar; no encontrar ni un fantasma, que vivas en mi pecho y en las marcas de mi piel, ya no te puedo ver.
Por las mañanas me levanto a trabajar y te quiero besar, ahora en tu lugar solo hay muros, me meto a bañar con el vacío de mi corazón, cuando tengo que comer he llegado a colocar tres platos, uno para ti, otro para mi y otro para el amor. Pero tu ya no estás.
Odio verme al espejo y saber que cuanto he perdido ha sido por mi culpa, enciendo un cigarrillo al salir y me vecino borracho me grita sin piedad: «Oye chico, ese vicio te va a matar… ese vicio te va a matar» entonces yo sonriendo solo puedo responder que lo sé.
Odio pensar que ya no me extrañas, porque yo aún lo hago, también sé que tarde o temprano lo dejaré de hacer o sino antes me mata mi vicio.
Odio cuando se me acaban los cigarros en la madrugada, porque a esa hora ya no hay tiendas abiertas para ir a comprar, odio pensar que ahora fumas con otros tipos y en otros lugares, que ríes mientras no puedo dormir, odio llegar a casa y esperar encontrarte aunque ya sé que no estás y eso no tiene nada malo.
Pero sobre todo odio no poder dejarte de amar.