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LA AGONIA DEL EROS

LA AGONIA DEL EROS

POR ROBERTO GUILLEN

El pensador Byung Chul Han tuvo que fugarse de Corea para beberse las iluminaciones de Alemania: Heidegger y Hegel. Llegó hablando un pobrísimo alemán y hoy está convertido en el heredero de la tradición que tanto ha distinguido a la patria de Franz Beckenbauer: la fascinación por el pensamiento.
En su obra, La Agonía del Eros, expone la vocación pornográfica del neoliberalismo. Y como andarán los «chancros» y «herpes» de lo obsceno que hasta la misma Play Boy bajo la nudista cortina de sus conejitas…
A continuación, los dardos que también alimentaron las noches de un Andre Breton:
En los surrealistas, el Eros es el medio de la revolución poética del lenguaje y de la existencia.
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La crisis actual del arte, y también de la literatura, puede atribuirse a la crisis de la fantasía, a la desaparición del otro, a la agonía del Eros.
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En el Eros mora un germen de lo universal. De él emana una fuerza ascensiional del espíritu. El alma, impulsada por el Eros, produce cosas bellas, que tienen un valor universal. Esa es la doctrina platónica.
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Lo erótico nunca está libre de misterio. Pero la desnudez, como exhibición, sin misterio ni expresión, se acerca a la desnudez pornográfica.
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El capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico en la sociedad, en cuanto lo expone todo como mercancía y lo exhibe. El mundo adquiere rasgos cada vez más marcados de desnudez y obscenidad.
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Lo obseco en el porno no consiste en el exceso de sexo, sino en que allí no hay sexo.
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El Eros, el deseo erótco, vence la depresión. Conduce del infierno de lo igual a la utopía; es más a la utopía de lo completamente otro. La depresión se presenta como la imposibilidad del amor. O bien el amor imposible conduce a la depresión.
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La ausencia total de negatividad hace que el amor hoy se atrofie como un objeto de consumo y de cálculo hedonista. El deseo del otro es suplantado por el confort de lo igual. Se busca la placentera, y en definitiva cómoda, inmanencia de lo igual. Al amor de hoy le hace falta toda trascendencia y transgresión.
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En contra de su diagnóstico, el amor de hoy no se feminiza simplemente; más bien, en el curso de una positivación de todos los ámbitos de la vida, es domesticado para convertirlo en una fórmula de consumo, como un producto son riesgo ni atrevimiento, sin exceso ni locura.
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La alteridad no es ninguna diferencia que pueda consumirse. El capitalismo elimina por doquier la alteridad para someterlo todo al consumo.

Roberto Guillen

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