POR ROBERTO GUILLEN
Queridos lectores, hurgando en mis archivos periodísticos me he encontrado con estas joyas que un día leímos en La Conspiración de la Fortuna, una obra de mi admirado Héctor Aguilar Camín. Espero sea de su interés, y por su fina atención, Gracias.
Tiburón que no salpica no es tiburón.
Se ha dicho que al que le gustan las salchichas y las leyes, no vaya a ver cómo se hacen
El que tenga algún respeto por la política, no debe tampoco asomarse a sus cuartos reservados.
Los amigos nos acompañan y nos vigilan. Nos desean lo mejor y lo peor. Nos miden con ellos; celebran y se duelen de nuestros triunfos, tanto como de nuestras caídas. Son nuestro espejo hipócrita. Nuestros fraternos rivales.
Si este país fuera una puerta cerrada, tendría siempre una puertecita abierta, escondida, para uso de conocedores.
…no puede ejercerse ni el más alto de sus momentos, sin una doses de perversidad y de malicia.
Un hombre gris, ordenado en sus pasiones, puede llegar muy lejos.
Entre más puros quiere la gente a sus `políticos, más hipócritas y pícaros los tendrá.
Su única falla era que brillaba de más
La prosperidad es una mujer pública que no sabe ir a la cama sin testigos.
Los hombres desean naturalmente maravillarse.
El sentimiento que llamamos amor no sabe hacer huesos viejos.
Cuando las mujeres se vienen de verdad, ponen cara de tragedia griega. Todo lo demás es sólo teatro moderno.
La mirada del pillo es más cínica, más clara para ver el lado torcido de las cosas.
Para crear riqueza, hay que fomentar la codicia, no la solidaridad.