POR DANIEL BUTRUILLE
El episodio electoral, que aún no acaba, desnudó a un México (y principalmente un Nuevo León) intolerante e ignorante, revanchista y muy poco democrático. Salió a relucir el México moldeado por 80 años de un priismo intolerante, por 200 años de un estado descuidado y negligente en sus obligaciones educativas, por 21 años de una partidocracia terca y avorazada, que se olvidó del país y de los mexicanos para satisfacer su hambre insaciable de dinero y de un poder ilusorio, y finalmente un México (y un Nuevo León) que acepta la democracia solamente si le favorece. Habrá que revisar la plana completa. De la A hasta la Z. Las instituciones electorales resultaron costosísimas, débiles y contradictorias, cuando no absurdas, al punto de forzar un senador electo a dar su informe en camiseta para no arriesgar exhibir alguna marca comercial que la autoridad (¿?) electoral pudiera interpretar de manera equivocada. Ya no sabemos si vivimos la realidad o si el realismo rebasó la vida diaria. ¿Será posible diseñar y desarrollar un escenario sencillo, sin un Instituto y sus réplicas estatales que cuestan miles de millones de pesos, un insulto en un país en el cual el 50% de la población vive en una pobreza que duele? ¿Será posible diseñar y desarrollar un sistema electoral protegido contra los embates de una seudo justicia electoral más manipulada que una tortilla hecha a mano? ¿Será posible diseñar y desarrollar un sistema electoral que respete a los electores? La fiesta está por terminar. Falta todavía resolver algunos problemas que creó una justicia electoral que poco debería tener que ver en este proceso. Exigir la segunda vuelta electoral parece casi un detalle frente a tantas correcciones pendientes para que la democracia pueda justificar su nombre y su apellido. ¿Habrá voluntad para enfrentar la tarea? butruilled@hotmail.com
