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LA GRANDEZA DE TENER OFICIO EDITORIAL

LA GRANDEZA DE TENER OFICIO EDITORIAL

ROBERTO GUILLEN

Gracias a la soberbia dupla que conjuntan el poeta Arnulfo Vigil y el promotor de lucha libre, Guillermo Gómez, la ciudad de Monterrey cuenta con el oficio profesional de una editorial que busca promover los productos de la Imaginación, tal como ocurrió con El Evangelio del Padre Chema, una obra de mi autoría, que presentamos en el Ahuizote Bars el pasado viernes 24 de junio.
En ese sentido, me parece que la Editorial Oficio, ante el mundo de adversidades y carencias que menudean en la Bizarra Manhattan Regiomontana, se erige como un activo de oro y como un estandarte de humanismo y resistencia.
Eso de incluir en su catálogo un monólogo que le escribimos a un sacerdote, preocupado por el calamitoso abismo en que se diluye la Creación, sí que es motivo para subrayar los grandiosos afanes de una editorial capitaneada por Arnulfo y Memo.
Esa noche confesé que Oficio se había convertido en mi casa editorial; que Arnulfo estaba convertido en mi editor de cabecera, con los siguientes títulos: Tiempo de Perros (2005); Labios de Warrior (2008); Cuando la muerte salió de shopping en Monterrey (2017) y El Evangelio del Padre Chema.
Ha transcurrido el tiempo. Hemos sobrevivido a la peste de una pandemia. Una vez más editor y escritor se vuelven a reencontrar para conversar en torno a un acto de Creación. Un objeto que contiene palabras. Un Libro.
La experiencia ritual de presentar un libro, como un desprendimiento y una ofrenda que brindamos a la Ciudad. Un impuesto social del más allá. La editorial como un helipuerto de la Imaginación. El Ahuizote Bars como la escala de rigor. Y el Lector atisbando con la bella sed de ser Lector…

Roberto Guillen

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