ROBERTO GUILLEN
Tras leer Los Corruptores de Jorge Zepeda Patterson, descubrimos que el gran jefe de la revista Proceso no ha muerto. Que ahora navega en la virtualidad del osado sinembargo punto eme equis, donde desnuda el ABC de la criminalidad con sabor a Raymond Chandler. Asistimos a un reportaje novelado que busca escapar de la suerte de todo diarismo: caer en el cesto del olvido. Crudamente y sin tapujos al Policía Carlos Salinas de Gortari lo cita como el Policía Carlos Salinas de Gortari. Y así con todo el bandidaje que gira en torno a esa colmena llamada México y que socarronamente Héctor Aguilar Camín denomina «La Piñata…»
Asi que, bienvenidos al periodismo-revólver del Julio Scherer del siglo XXI. Ya veremos si no corre la misma suerte de una Carmen Aristegui. Ya veremos…
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Página tras página, Los Corruptores destilan un palpitante olor a «blade runner». donde «la vida no vale nada» del profeta José Alfredo Jiménez, conforma un colage con la ruleta rusa, un costal de cocaína, la prosty-DEA, los pitufos del CISEN, un manojo de AKs 47 y la verborrea lúdica de la clase política…ahhh, y sin faltar las nalgas venenosas de Pamela Dosantos, la matahari de rigor…y del por qué nosotros los románticos,escribimos lo que no solemos vivir.
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Si Luis Donaldo Colosio nos visitara un día de estos, seguramente este sería uno de sus comentarios:
El Animal de Poder tiene prisa por embarrarse las manos de sangre. Es un aprendiz de condenado para sonreir con el alma negra.
¡Borra las huellas!
¡Borra las huellas!
Le gritaba el Gran Fiodor a su Raskolnikov
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Leer a Zapata Petterson es tocar la rugosa impunidad de la DEA, tejiendo sus «negocios» de filigrana con los pitufos del CISEN y los barones del narcotráfico.
¿Noveladamente peligroso?
¿Estéticamente novelada?
Lo cierto es que en cada ritmo cardíaco de sus protagonistas, palpita la imperiosa necesidad del punto fino. Sí,la bestia que no ensaya el punto fino, termina por enterrarse a sí mismo con un calibre Ayotzinapa 43: «En este país toda compra grande reparte ganancias, la cosa es saberlo hacer con oficio».
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La narrativa de Zepeda Patterson es un coqueteo continuo que no desemboca ni en la propaganda del resentido social, ni en la denuncia lacrimosa que termina por enterrar todo ejercicio literario. Su olfato de animal-periodista le revela que entre la danza de los alacranes pervive la Otra Realidad, donde toda nube de románticas convicciones son tan infantiles como imprácticas. Más allá del ying y del yang toda «perfección» no es más que otra golosina del photoshop. Otra vez el nervio de José Alfredo Jiménez: hay momentos en que hay que tirar los dados y arriesgarse.
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Y qué dice la clase política:
«¿El pantano te ensucia un día o te va seduciendo poco a poco, hasta que la costumbre del poder anestesia las convicciones? Las siguientes líneas de Patterson se antojan como el inusitado streap tease de la clase política:
No he tenido la oportunidad de preguntarte realmente cómo estas; debe ser complicadísimo dirigir un partido tan dividido y con una tradición fratricida como el PRD. ¿Cómo lo resistes? ¿Cómo lo estas llevando? Tú ni perredista eras antes de ser diputada. ¿Hasta cuándo te ves en él? Quizá porque no esperaba la respuesta , o quizá porque el tono de Tomás era íntimo y personal, como si en realidad le importara, sus palabras la conmovieron. No había curiosidad política, era simple solidaridad.
Lo mismo me pregunto yo varias veces a la semana, las corrientes del partido son un asco. A veces me siento en uno de esos toros mecánicos de los bares texanos: reguntándome que estoy haciendo aquí arriba y cuan fuerte va a ser el costalazo cuando me caiga.
¿Y qué te respondes?
Que estoy aquí porque podría ser útil a la democracia y esta es la única opción que tenemos. Estoy convencida de que si impedimos que este gobierno se convierta en un régimen autoritario, podremos vencerlos en las próximas elecciones presidenciales.
¿No estas siendo un poco ingenua? Yo hace tiempo deje de creer en la clase política, no creo que los cambios vayan a llegar desde arriba, La derecha ganó el poder en 2000 y puso fin a 75 años de gobiernos priistas. El PAN llegó para cambiar el sistema, pero fue el sistema el que cambió al PAN; al final fue igual o peor que el anterior. Incluso si el PRD conquista el poder, me temo que sucederá lo mismo.
Amelia miró a Tomás con una sorpresa. En lugar de una declaración de amor, lo que estaba recibiendo era un cuestionamiento frontal, casi un regaño, por su actual proyecto de vida.
– Las cosas no son tan simples, Tomás. Estoy de acuerdo en que la clase política solo vive para perpetuarse en el poder de una u otra manera; los cambios únicamente se darán por la presión de la propia sociedad. No obstante, para que la sociedad se mueva, necesita contextos favorables, instituciones capaces de ponerse del lado del ciudadano,leyes que protejan esa participación. Las autoridades ceden y conceden por la presión de abajo…
ABRIL 2015
