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LA LOCA DEL MANIQUÍ, O UN SIMBOLO PARA VIAJAR EN-EL-TIEMPO

LA LOCA DEL MANIQUÍ, O UN SIMBOLO PARA VIAJAR EN-EL-TIEMPO

ROBERTO GUILLEN
Se ha escapado. La Loca del Maniquí ya viaja por los circuitos del Séptimo Arte. Que tuvimos la delicia de presenciar la premiere en el Dramático, gracias a la generosa invitación del dramaturgo Xavier Araiza. Por principio de cuentas, nos parece que con el tiempo, el sello cinematográfico que le imprime Mauricio de la Maza Benigno convertirá a la Loca del Maniquí en una antorcha y en una película de culto para el movimiento feminista internacional. La fusión experimental de dos lenguajes, el teatro y el cine, le imprimen a la dramaturgia de Araiza un vigor expresionista y un prometedor vuelo global. En la visión fílmica del cineasta regiomontano, el montaje brechtiano multiplica la riqueza de lo simbólico, sin perder la frescura y naturalidad efímera que caracteriza toda expresión teatral. Por tanto, la resultante es un triunfo de lo experimental, de una poesía visual que agiganta el gran debate de la Mujer frente a una perentoria y ancestral opresión. Lo experimental como una luminosa didáctica para no ser almacenado en el frigorífico de los precederos olvidos. La Loca del Maniquí se ha transfigurado y ahora la daga de su discurso brilla con luces de neón en las marquesinas de las marcas registradas y no registradas.
Se ha escapado de sí misma. El filme nos revela una loca que juega a la matatena con la esquizofrenia. Que se habla de tu con Sigmund Freud. Que se masturba con lascivia. Que ha inventado su propio Himno, en la misma desolación de ser Mujer…en el calabozo del machismo incandescente. Ella encarna la ruleta rusa de la locura, que se ve al espejo y encuentra al Ser que se niega a ser instrumento, cosa, utensilio.
Si en la primer escena asistimos al desierto de la desolación, al no lugar, a la negación del ser, a la Derrota de ser Mujer, una vez que el cineasta nos sienta en la butaca y empieza la estupenda actuación de Xavier Caro, la rabia de la mujer avasallada se apodera de todo el Dramático. Lo experimental como un soberbio acto libertario. Una Estética para transgredir la mosqueada normalidad. Si en el ejercicio dramático de Araiza el maniquí es solo un inerte maniquí, balaceado por la rabiosa palabrería, en la poética visual del cineasta se invierte la ecuación: es un dialogo de monólogos, donde la óptica del maniquí nos dibuja a una loca enjaulada en un laberinto sin remedio.
Creo que esa es la gran aportación de Mauricio de la Maza Benigno. Que consigue un vuelo estético mediante un lenguaje fílmico que erige a la Loca del Maniquí como un Símbolo para viajar en-el-tiempo… como una entidad que ha mudado de piel, que se ha alimentado de todos los venenos, que explota de risa mientras es visitada por la ruleta rusa de la locura…

Roberto Guillen

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