JOAQUIN HURTADO PEREZ
Debido a tratamientos especializados que ingiero cada noche para mis malecitos crónico-degenerativos suelo tener sueños muy largos, mágicos, terribles, vívidos, como fotogramas animados, inspirados en cuadros de Carrington, Varo, Goya, Bacon, Dalí y cuanto gran creador se les venga a la cabeza. Al despertar incluso, necesito unos minutitos para volver a ubicarme en el mismo plano que mis cercanos, en el mismo tejido raro que llamamos espacio-tiempo comúnmente compartido. La que a veces batalla con mi situación es Rosy, mi compañera de vida, mi mujer. Aún con sustos ella me apoya, me tiene paciencia y hasta me hace bromas cariñosas porque conoce mi condición. Pero las personas que no conviven conmigo simplemente creen que estoy chiflado, o que mis aventuras oníricas son causa-efecto de alguna adicción o por sentirme un ser sagrado, o por creerme un idiota con una moralidad muy superior que revolotea en el Olimpo lejos del resto de los mortales. Por mi humor negro, mi forma de expresar lo que pasa en mis adentros algunas gentes, viejos amigos, ya me dieron la espalda en persona y me bloquearon de sus redes sociales. Me duele que no alcancen la empatía necesaria para lidiar con los problemas personales de los demás, pero ni modo. Refugiarme en mi cuartito-estudio y encerrarme a manchar papeles con materiales de desecho, jugar con texturas y colores, me ayuda a sobrellevar las visiones extrañas que, al verse plasmadas en superficies bidimensionales, se apaciguan, amortiguan su golpeteo faccioso en mi frágil mente, los demonios se diluyen y dejan de atormentarme en vigilia y en fases profundas del sueño. Escribir también es muy terapéutico. Pero lo que más ayuda es leer, admirar, compartir y sentirme identificado hasta con las cosas más descabelladas que las demás personas exponen, debaten, publican de su vida en sus estados de Facebook. Si son temas inteligentes y sensibles me ayudan mucho más. A mis amistades en esta red les doy las gracias por aguantarme todo este tiempo, por tenerme paciencia y por celebrar mis ocurrencias. Denle duro a su cuenta de face, hay personas que necesitamos de esta linda y a veces riesgosa esquizofrenia virtual. Paradójicamente este caos colectivo serena mi alma papalotera. En mi caso lo necesito para no tronar y no acabar de plano en el maniquiur. Les abrazo. Que tengan un nuevo año lleno de salud, comprensión y amor.
