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HERNAN CORTES EN EL CAFE GRILLO…

HERNAN CORTES EN  EL CAFE GRILLO…

ROBERTO GUILLEN

Queridos lectores, que a toda madre me la pasé la otra tardecina en el Café Grillo que con tanto tino y Nobleza organiza mi brother Beto Frías en el Frakys restaurant, donde el historiador Juan José Silva Benítez disertó en torno a los días de la Conquista, con eso de que López Obrador alborotó la irredenta soberbia de los españoletos, al pedirles que se disculpen por esa barbarie que llaman «Conquista».

Y no es por presumirles, pero en el ambiente flotaba un perfume con sabor a joie de vivre, aderezado con un delicioso mezcal oaxaqueño y unos chapulines tostados…y claro, claro, tal como es el objetivo del Café Grillo Ciudadano, se abrió el Debate y el público reprobó esa ignominiosa imagen de una bota española oprimiendo a un hijo de Moctezuma, que anda recorriendo las tripas de la virtualidad. Lo cual, dicho sea de paso, me recordó la preciosa caricatura que la revista Proceso le dedicó al cruzado de Vargas Llosa, que entre mas envejece, mas se asume como un súbdito de ese mono que llaman el Rey de España…bueno,la verdad es que el Debate se puso sabroso, pero siempre con un toque de Alegría y Altura – como es el sello de la casa -De mi parte le s recomendé a la concurrencia la lectura de El Naranjo, una obra de mi compadre Carlos Fuentes, aquí les va una probadita:

Yo vi todo esto. La caída de la gran ciudad azteca, en medio del rubor de atabales, el choque del acero contra el pedernal y el fuego de los cañones castellanos. Vi el agua quemada de la laguna sobre la cual se asentó esta Gran Tenochtitlan, dos veces más grande que Córdoba.

Cayeron los templos, las insignias, los trofeos. Cayeron los mismísimos dioses. Y al día siguiente de la derrota, con las piedras de los templos indios, comenzamos a edificar las iglesias cristianas. quien sienta curiosidad o sea topo, encontrarà en la base de las columnas de la catedral de México las divisas mágicas del Dios de la Noche, el espejo humeante de Tezcatlipoca. ¿Cuánto durarán las nuevas mansiones de nuestro único Dios, construidas sobre las ruinas de no uno, sino mil dioses? Acaso tanto como el nombre de éstos: Lluvia, Agua, Viento, Fuego, Basura…

En realidad, no lo sé. Yo acabo de morir de bubas. Una muerte atroz, dolorosa, sin remedio. Un ramillete de plagas que me regalaron mis propios hermanos indígenas, a cambio de los males que los españoles les trajimos a ellos. Me maravilla ver, de la noche a la mañana, esta ciudad de México poblada de rostros carcarañados, marcados por la viruela, tan devastados como las calzadas de la ciudad conquistada. Se agita, hirviente, el agua de la laguna; los muros han contraído la lepra incurable; los rostros han perdido para siempre su belleza oscura, su perfil perfecto: Europa le ha arañado para siempre el rostro a este Nuevo Mundo que, bien visto, es más viejo que el europeo. Aunque desde esta perspectiva olímpica que me da la muerte, en verdad veo todo lo que ha ocurrido como el encuentro de dos viejos mundos, ambos milenarios, pues las piedras que aquí hemos encontrado son tan antiguas como la del Egipto y el destino de todos los imperios ya estaba escrito, para siempre, en los muros del festín de Baltasar.

rguillen70@yahoo.com

Roberto Guillen

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