ROBERTO GUILLEN
Ahi estaba el Gran Quijote Herralde, recordando los tiempos de la vanguardia cultural para posibilitar una editorial que vendría a convertirse en el gran catálogo de la Literatura Contemporánea: Anagrama. Todo un sobreviviente de la Galaxia de Gutenberg, bregando entre los monstruos que carcomen libros, librerías y lectores, tal como lo son Amazon, Netflix y la fiebre de los videojuegos que hipnotizan el ocio de la generación. Pero también lidiando con la miseria editorial de pegarle al gordo y conseguirse un bestseller como ese bato que llaman Carlos Cuauhtémoc Sánchez que pomposamente anuncia sus libros en el Sanborns, con el pretencioso record de que ya vendió tres millones de ejemplares.
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En una salita del hotel Ancira de Monterrey, Herralde dialoga con un puñado de reporteros, entre otras cosas, sobre la disminución de lectores. Su voz y su mirada se cubren de Melancolía cuando nos habla de Los Portadores de Sueños, una bella librería española que sucumbió al aluvión de los gadgets, la innovación tecnológica y otras golosinas visuales que producen fascinación en los tiempos corrientes.
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Como regiomontano me experimento superbe de saber que la universidad donde estudié, no solamente le otorga una distinción al mérito editorial,en el marco de la Feria del Libro Uanleer, sino que en reconocimiento a su gran labor como promotor de la gran Literatura, le ha instituido la Cátedra Anagrama.
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Una vez que concluye la rueda de prensa en el Ancira, me aproximo para saludarle y recordar aquella gran Noche en el Hilton de Guadalajara, en el marco del 40 aniversario de Anagrama. Cual fue mi sorpresa que aún recordaba mi rostro, entre la charla con Sergio Pitol, Federico Campbell y otras figuras que conforman su prestigiado catálogo.
